Las resistencias populares

Por Jesús Román[1] y Juan Manuel Guijo[2]

Un proceso interminable: Exhumaciones de víctimas de la represión franquista

Exhumaciones de víctimas de la represión franquista se habían realizado con anterioridad al año 2000 en diferentes puntos del Estado. Incluso se habían realizado exhumaciones de estas víctimas durante la dictadura franquista. Estos procesos de exhumación, sin metodología científica pero con todo el amor y arrojo de los familiares, tuvieron un punto álgido tras la muerte del dictador y la llegada de las primeras corporaciones democráticas a los ayuntamientos, algunos de ellas sensibles con las víctimas y sus familiares.

Estos procesos de exhumaciones sufrirían un duro revés con la intentona golpista de febrero de 1981, que desataron antiguos miedos. Todo podría haber cambiado con la llegada al poder central -con la más amplia mayoría absoluta de la historia democrática- del PSOE de Felipe González si se hubiera asumido esta “asignatura pendiente” como una cuestión de Estado basada en los principios que rigen los Derechos Humanos. No fue así. Y, de nuevo, las víctimas y sus familiares tuvieron que esperar para ser reparadas, conocer la verdad y que se les hiciera justicia. Tampoco fue el momento con la entrada de España en Europa en 1986 o con el famoso año 1992 cuando en España estaban puestos todos los ojos. No interesó.

Una fecha marcada a fuego es el 21 de octubre del año 2000, cuando se iniciaban los trabajos para exhumar con metodología científica la fosa de Priaranza del Bierzo (León) y gracias al empuje decidido de los familiares y la sensibilidad de un alcalde. Así se pudo recuperar a Los 13 de Priaranza lo que supuso el nacimiento del movimiento memorialista en España.

En Andalucía hubo que esperar hasta diciembre de 2003, cuando, en El Bosque, una pequeña localidad de la sierra gaditana, se iniciaba la primera exhumación con metodología científica. Unos meses antes, varios familiares de víctimas de la cercana localidad de Ubrique se habían puesto manos a la obra para localizar los restos de sus familiares asesinados en el trágico verano de 1936. Las pistas les llevaron al cementerio de El Bosque y a un testigo fundamental, Pepe Vázquez, que con 24 años fue obligado a enterrar en dicho cementerio a varias víctimas de la represión franquista de localidades cercanas como Ubrique, Prado del Rey o Benamahoma. El tiempo apremiaba ya que estaba prevista la construcción de unos nichos en el lugar donde fueron inhumados clandestinamente. El arrojo de los familiares con el apoyo de Emilio Silva, Cecilio Gordillo o Carlos Perales, hizo posible que se la administración pública se comprometiera poniendo los recursos necesarios para que se llevara a cabo esta primera intervención. Después vendría Santaella (Córdoba), de nuevo El Bosque, Cádiz capital… hasta llegar a  2019, fecha para la que disponemos de los datos más fiables: la cifra de 126 fosas intervenidas y algo más de 4.200 víctimas recuperadas.

 

 

¿Cuál ha sido el papel de la sociedad civil en la transición?

Hay que partir de que la sociedad civil del tiempo de la transición es, en gran parte, una sociedad adoctrinada sobre su historia y, en el mejor de los casos, amnésica sobre la realidad de ésta. La posibilidad de una reforma política que llevase a la democracia cae sobre un terreno desértico en cuanto al conocimiento de cómo se originó el franquismo, de la propia existencia de víctimas, y de las consecuencias del golpe de estado sobre el progreso del país, dando lugar a décadas de retraso en el desarrollo democrático y vital de la sociedad española. Nada se cuestiona en la transición en pro de la reforma política: ni sobre las responsabilidades políticas e individuales en delitos de sangre y otras violencias nunca perseguidos por la Justicia, ni sobre las depuraciones en de las diferentes estructuras del Estado, ni sobre el trabajo esclavo o sobre los expolios.

La amnesia llega al punto de que los vencidos quedan relegados a la nada y el aparente pacto por la democracia no sirve para proteger las evidencias históricas de las décadas anteriores. Se destruyen archivos y no se aborda tarea alguna de protección, salvo honrosos casos, de las fosas donde yacen las víctimas del franquismo, que terminan siendo revictimizadas al quedar libradas durante las décadas que siguen a remociones de los espacios de enterramiento por obras, construcciones, en relación a las cuales no cabe dudar de la total intencionalidad para destruir y provocar el olvido.

 

¿Cómo ha sido la lucha con la administración, con la iglesia, con los medios de comunicación…?

Las administraciones de la etapa democrática, incluyendo en éstas a las que conforman el Estado (gobierno central, comunidades autónomas, diputaciones y ayuntamientos) y los partidos políticos al cargo de las mismas son plenamente responsables de no cambiar la situación, ni siquiera promoviendo acciones para proteger todo aquello que pudiera contribuir en un momento dado a investigar la historia de los hechos y evitar la destrucción de las fosas clandestinas. Hay que decir con toda claridad que durante la etapa democrática se destruyen archivos y fosas, en unos casos con total desconocimiento y en otros con total conocimiento de los que se hacía.

 

Educación

Nunca ha estado la democracia a la altura que se la requería para difundir lo que fue la dictadura y los daños causados por ésta, a diferencia de lo que ocurre en países como la República Federal de Alemania, en cuyos planes de estudio es requisito imprescindible abordar lo que fue el nazismo. Los planes de estudio de las enseñanzas medias nunca han tocado lo que fue el franquismo, pudiendo hablarse de casos individuales que sí lo han considerado en base a actitudes voluntaristas del profesorado. Solo en la última década, especialmente en el último quinquenio, se han desarrollado programas formativos pero que en ningún caso se han extendido a la colectividad del mundo docente.

La disparidad entre territorios es total en cuanto a los logros en trasladar a la enseñanza la reflexión y el estudio sobre lo que fue la dictadura, perpetuando la situación de ignorancia y falseamiento de la realidad para un gran sector de la población sobre lo que fue el franquismo, al que se ve como una necesidad liberadora para hacer frente a un caos total en la España de 1936.

Este desconocimiento de generación tras generación hasta casi la actualidad es lo que inocula en la población versiones falsas y manipuladas, sin el más mínimo rigor en la argumentación, hecho magnificado en la era de las redes sociales, de modo que en la actualidad resulta casi inútil usar argumentaciones estructuradas racionalmente para convencer a los negacionistas. Estos negacionistas desconocen que desde el franquismo se promovió un plan de recuperación de personas del llamado bando nacional muertas en circunstancias diversas, en unos casos víctimas reales y en otras convertidas en víctimas.

 

La investigación

En la investigación de los crímenes del franquismo ha tenido un peso decisivo el papel de los familiares y del movimiento asociativo, los cuales se toparon con los archivos, en muy pocos casos al servicio de la ciudadanía, y con los silencios impuestos en la gestión de éstos por la administración. A la sociedad civil movilizada corresponde asimismo el mayor número de acciones para salvar testimonios directos de testigos o de personas muy próximas a los hechos.

Esa sociedad civil es la que protagoniza las primeras intervenciones en fosas, si bien desprovistas de carácter científico. Entre finales de los años 70 y los primeros años 80 se intervienen numerosas fosas solo por el empuje de familiares.

En la fase científica de las actuaciones, la presión de familiares y del movimiento memorialista es esencial, conformándose una serie de equipos voluntarios, desde sectores profesionales de la arqueología, asociaciones como la ARMH, la Sociedad de Ciencias Aranzadi, así como otras muchas que se fueron creando a lo largo y ancho de todo el estado. Con diferencia de recursos pero siempre dentro de una precariedad y con total dependencia del voluntarismo y de la militancia individual, se acomete la exhumación de múltiples fosas, todavía con la identificación genética muy relegada, salvo las actuaciones de la ARMH y de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Cuando se decide abordar en muchos casos el análisis genético se suele recurrir a laboratorios privados. Puede afirmarse que no existe un control público en cuanto a las investigaciones genéticas y solo los protocolos de asociaciones y laboratorios marcan las cautelas hasta hace unos poco años.

 

El mundo académico

La aportación del mundo académico a la recuperación de la Memoria puede resumirse hasta la actualidad en esfuerzos puramente individuales de algunos docentes e investigadores. No debemos confundir investigación con investigación para la Recuperación de la Memoria. En el primer caso, falta el cordón umbilical de empatía con las víctimas y defensa de la verdad y en el segundo se busca tal conexión. Salvo en casos muy limitados asistimos a la casi total ausencia de proyectos acometidos por la universidad como administración. En la exhumación del cementerio de San Rafael la Universidad de Málaga jugó un papel de partida pero el esfuerzo realizado sobre el terreno correspondió al movimiento asociativo y a las personas profesionales. Nunca se abordó un muestreo genético más allá de unos balbuceos iniciales que quedaron en el olvido al no proseguirse la tarea.

Por desgracia, la Academia ha estado desconectada totalmente, en sentido de empatía y de interés por afrontar la recuperación de la Memoria, de generosidad por aportar sus propios recursos en todo este tiempo. Solo hay que tirar de hemeroteca y de registros oficiales para ver esta ausencia clamorosa. El mapa de fosas intervenidas, a veces sin recursos y casi siempre como medios muy limitados, deja una huella muy tenue, casi inapreciable, de la ‘academia’ sobre el terreno. Al amparo de las subvenciones y desde el año 2020 se ha producido un auténtico florecimiento de intervenciones o investigaciones del mundo académico, que esperamos que se sienta obligado a la transparencia, política de vasos comunicantes con las familias de las víctimas y la sociedad civil, y nunca búnkeres o compartimientos estancos, así como las obligaciones de fiscalización en cualquier proyecto memorialista con financiación pública.

 

Administración

Hasta mediados de la segunda década de los 2000 no existe ninguna administración que recoja la información procedente de las intervenciones, pese a existir protocolos de exhumaciones desde la primera década. La información de las intervenciones realizadas y otras investigaciones, biografías y testimonios se vuelcan en páginas de proyectos memorialistas, como Todos Los Nombres en Andalucía. Incluso el mapa de fosas andaluz, promovido por la administración autonómica, tardaría años en ver la luz en páginas de la propia administración.

Desde mediados de esa segunda década, las actividades de exhumación se recogen de modo parcial en páginas autonómicas. En todo caso, asistimos a una tarea incompleta por parte de las administraciones, de modo que hay casos de total ausencia de difusión de esas intervenciones. Nunca se ha considerado fundamental la difusión de resultados de un proceso exhumatorio para prolongarlo en el tiempo. En nuestra experiencia solo se ha llegado a esto muy recientemente en la fosa de Pico Reja de Sevilla. Tampoco administración alguna ha definido ni el destino ni el uso de la ingente información investigadora y gráfica que se obtiene de una exhumación. Resta asimismo conseguir una mayor apertura de cierto tipo de archivos, que parecen destinados a la oscuridad y no al servicio público.

 

Iglesia católica

La política de la iglesia católica se ha amparado siempre en la defensa del principio de no reabrir heridas. Esta falta de empatía con las víctimas se refleja necesariamente en la total falta de colaboración con la recuperación de la memoria. Los muchos espacios públicos destinados a cruces de los Caídos son el mejor ejemplo de alejamiento de los principios cristianos verdaderos en el uso de esa simbología. Llama la atención poderosamente que la Iglesia nunca haya recibido a víctimas del franquismo hasta el presente ni presentado una disculpa pública por su implicación en el llamado nacional-catolicismo.

 

Medios de comunicación

* Los que ayudan

Los medios realmente interesados en las políticas y actuaciones de Memoria son contados. Hay que destacar la total implicación de los profesionales en contar hechos y buscar muchas voces distintas. Existe una emoción de la que carecen otros medios. Tienen claro que se trata de Derechos Humanos por encima de otra cuestión.

* Los indiferentes y neutrales

Aparte de estos existen unos cuantos neutrales, que creo que son mayoría, con todo el horror que esta palabra implica, y que recogen noticias memorialistas tratándolas al mismo nivel que hablan de un suceso o de los resultados de fútbol. Estos son lo que mejor reflejan los resultados de la ausencia del franquismo en los planes de estudio, una inmensa masa indiferente e ignorante y que no dedicará más de segundos a leer el encabezamiento.

* Los enfrentados a la Memoria

Los negacionistas u opuestos a la memoria se oponen a aquello que defienden para otras víctimas del terrorismo. Desconocen u olvidan la adopción por el franquismo de políticas de exhumación y reconocimiento, obvian el asesinato de personas indefensas, olvidan el derecho de las familias de recuperar a sus víctimas. Dejan de lado las diferencias de trato y homenaje a las víctimas del franquismo y aquellas otras reconocidas en la Causa General. Olvidan la presencia de familiares directos vivos y olvidan el entronque con la defensa de los Derechos Humanos.

Pero esto, desgraciadamente, no solo se da en los medios  de comunicación…

 

[1] Arqueólogo de larga trayectoria en las exhumaciones de fosas de la guerra y la represión en Andalucía, entre ellas la de Pico Reja en Sevilla, la del Marrufo en Jerez y la de Jimena de la Frontera. Es coautor del libro Las fosas comunes del Marrufo.

[2] Antropólogo especializado en bioarqueología e investigación de restos óseos humanos. Participa en la exhumación de Pico Reja, en Sevilla.